En los años 1600 profesar una fe distinta a la católica en las provincias españolas era tan peligroso como en la Madre Patria. La Inquisición perseguía y castigaba específicamente a quienes “hayan dicho, tenido o creído que la falsa y dañada secta de Martín Lutero y sus secuaces es buena”. El libro Nos, los inquisidores (Pedro Sosa – 2005), reseña seis casos ocurridos en Venezuela.
El 28 de abril de 1618 se leyó en todas las iglesias de Venezuela el edito del Santo Oficio contra la “secta de Lutero”, nombre con el que se englobó a todos los protestantes. España fue un bastión del catolicismo en medio de una Europa que abrazó el protestantismo desde el estallido de la reforma en 1517. Así que la persecución que llevó a la hoguera a miles de personas por creer en Cristo de una forma distinta, se trasladó también a las colonias americanas. Esto retrasó la entrada del cristianismo evangélico en las tierras conquistadas por los españoles.
En Venezuela, Pedro Sosa (2005) relata en su libro sobre la actividad de la Inquisición en el país, cinco casos relacionados con la acusación de “hereje”, entendida en este caso como no ser católico.
A casi 400 años de distancia leer la reseña de los casos genera una idea clara de la intolerancia imperante en la época, la forma en que se trataban los casos y sus terribles consecuencia.
“En la sociedad colonial hispanoamericana le extranjero siempre es observado, vigilado, perseguido por las autoridades para evitar tanto el contagio religioso como político, ideológico o comercial” (Sosa, 2005)
Destaca el caso de un inglés anglicano llamado Adán Edón en 1619. Un marino comerciante que se convirtió al protestantismo en Sevilla, España y que fue capturado en Cumaná (hoy estado Sucre). Su “delito”: negarse a rezar con los demás marineros y a besar la imagen de la virgen María. Reafirmó ante el tribunal su fe anglicana, negó la presencia de Cristo en la hostia (dogma clave del catolicismo) y reivindicó la supremacía del Rey de Inglaterra.
El reo fue procesado por el tribunal de Cartagena de Indias (hoy Colombia) y a pesar de la insistencia de los inquisidores, no accedió a convertirse a la iglesia católica y fue condenado a la hoguera. Sosa (2005) destaca que fue el único caso de un preso por la inquisición capturado en Venezuela que terminó con el castigo en fuego.
Otra víctima de la inquisición y el único venezolano que reseña el libro de Sosa, es el de Juan de Frías, un mulato nacido en Caracas, arrestado en 1669. Lo remite a Cartagena de Indias el comisario del Santo Oficio Fray Buenaventura López, por su reincidencia en el “delito” de la herejía.
No se especifica qué vieron los católicos en él para castigarlo, pero aunque fue condenado a pena de muerte, la sentencia no se cumplió y salió en libertad en 1683, luego de 14 años de juicio que vivió en las mazmorras colombianas.
El libro Nos, los inquisidores, reseña la causa contra Antonio Inglés, un sastre de 30 años, apresado en Caracas en 1650 y trasladado a Cartagena en 1653, cuyo castigo fue recibir la ciudad por cárcel. También el juicio contra Juan Thomas, inglés arrestado en Cumaná en 1979, quien accedió a ser adoctrinado en la fe católica y fue desterrado a España.
Otro caso ocurrió con Francisco Ford, un médico inglés encausado en Valencia en 1701 y trasladado a Cartagena donde su juicio se extendió hasta su muerte por motivos de salud.
Finalmente, está el caso de Juan de Rivas, cura de la catedral de la ciudad de “La Margarita”. El desarrollo del juicio mostró que si bien Rivas tuvo contacto con extranjeros no católicos, la acusación tenía una marcada intención personal en su contra. En 1658, tras casi ocho años de proceso, fue puesto en libertad y reintegrado a sus labores sacerdotales.
En junio de 2004, el papa Juan Pablo II pidió perdón por la inquisición, institución creada en la Edad Media, pero que alcanzó un gran auge en el siglo XVI para contrarrestar la reforma protestante.
Fuente: Sosa, Pedro (2005) Nos, los inquisidores. El Santo Oficio en Venezuela. Departamento de publicaciones Faces – UCV. Caracas, Venezuela