La Biblia, el libro más traducido y difundido del mundo, tiene una historia lingüística tan rica como su contenido espiritual. A lo largo de los siglos, ha sido escrita, copiada, traducida y reinterpretada en múltiples idiomas, reflejando su impacto global y su evolución cultural y religiosa.
Los idiomas originales: hebreo, arameo y griego
La Biblia no fue escrita en un solo idioma, sino en tres principales. El Antiguo Testamento, también llamado Tanaj en la tradición judía, fue redactado en su mayoría en hebreo bíblico, una lengua semítica rica en simbolismos. Algunos pasajes, especialmente en libros como Daniel y Esdras, fueron escritos en arameo, un idioma común en el Cercano Oriente durante los siglos posteriores al exilio babilónico. El arameo también fue la lengua materna de Jesús, lo que añade un valor especial a sus menciones.
El Nuevo Testamento, en cambio, fue escrito íntegramente en griego koiné, la lengua franca del mundo mediterráneo en el siglo I. Este griego era accesible para los pueblos no judíos y facilitó la expansión del cristianismo por todo el Imperio romano.
De las lenguas antiguas al español
La primera gran traducción de la Biblia fue la Septuaginta, una versión griega del Antiguo Testamento realizada entre los siglos III y II a.C. en Alejandría. Posteriormente, en el siglo IV d.C., Jerónimo tradujo la Biblia al latín —la llamada Vulgata—, que se convirtió en la versión oficial de la Iglesia Católica durante más de mil años.
En el mundo hispano, la primera traducción completa de la Biblia al español se publicó en 1569: la Biblia del Oso, obra de Casiodoro de Reina, seguida por la revisión de Cipriano de Valera en 1602. Esta versión, conocida como la Reina-Valera, se ha convertido en una de las más utilizadas en el ámbito protestante. La Iglesia Católica promovió su propia traducción oficial en el siglo XX: la Biblia de Jerusalén.
La importancia de conocer los idiomas originales
Estudiar los idiomas originales de la Biblia permite un entendimiento más profundo del texto, evitando errores de traducción o interpretación. Palabras hebreas como chesed (misericordia, amor leal) o términos griegos como logos (palabra, razón, principio) tienen una riqueza conceptual que muchas veces se pierde al traducirse. Por eso, conocer la diversidad lingüística de la Biblia no solo es útil para estudiosos, sino vital para comprender el mensaje espiritual en su plenitud y contexto histórico.